La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel caracterizada por la tendencia a la piel seca con desarrollo de eccemas.
Se sabe que:
- La dermatitis atópica presenta una mayor prevalencia en los países desarrollados que en los países en vías de desarrollo;
- La prevalencia en las personas que han emigrado de un país en vías de desarrollo (por ejemplo, de África o el Caribe) y se han establecido un país desarrollado (por ejemplo, el Reino Unido) es igual o superior a la de la población local después de unos años;
- La prevalencia ha aumentado de forma constante durante los 40 últimos años.
Estas observaciones sugieren que existen varios factores ambientales en la expresión de la dermatitis atópica, incluidos factores microbianos y factores que mantienen o agravan la piel seca.
La gestión incluye dos aspectos complementarios: el tratamiento de los brotes de eccemas y el tratamiento de la piel seca. Los dermocosméticos (productos de higiene y emolientes) tienen una función esencial debido a las anomalías en el funcionamiento de la barrera, que parecen ser el motor primario de la enfermedad.
Productos de higiene para personas con la piel atópica
Los jabones «sin jabón», también conocidos como syndet, son ya más habituales que los jabones convencionales. La química de estos productos es compleja: sus propiedades de limpieza y lavado se deben a la presencia de moléculas anfifílicas denominadas tensoactivos1. Están formadas por una parte hidrófila (cabeza) y una parte hidrófoba apolar (cola). En un medio acuoso, forman micelas solubles que arrastran fragmentos de lípidos y otros residuos presentes en la superficie de la piel.
Hay dos tipos de moléculas anfifílicas: las naturales (ácidos grasos de origen vegetal, como los aceites de oliva, palma o coco), conocidas comúnmente como jabones, y las derivadas de productos petroquímicos (detergentes sintéticos o syndets). Estas son cadenas largas de ácidos grasos como una composición muy variable. Normalmente se clasifican en función de su polaridad.
La mayoría de los limpiadores sin jabón consisten en una combinación de los distintos tensoactivos. Mejoran la fórmula aportando ventajas en términos de textura, propiedades espumantes, solubilidad y capacidad aclarado. La etiqueta «sin jabón» simplemente significa que el producto no contiene sales de ácidos grasos vegetales (como aceite de laurel o de oliva), sino ácidos grasos sintéticos (extractos petroquímicos).
¿Qué se puede decir de la seguridad a largo plazo de estos productos?
Los limpiadores sin jabón o syndets tiene la misma estructura química de los jabones naturales: son anfifílicos. Limpian la piel y, por lo tanto, son hasta cierto punto agresivos ya que alteran la función de la barrera mediante la solubilización de los lípidos del estrato córneo.
Las formas aniónicas presentan las mismas características que el jabón natural, con carga negativa en la cabeza. Están presentes en la mayoría de los productos de cuidado personal y actúan sobre la superficie de la piel a través de dos propiedades:
- Reduciendo la energía y la tensión superficial. A medida que el tensoactivo reduce estos parámetros, aumentan sus propiedades de limpieza y la capacidad para emulsionar los ácidos grasos (uniéndolos a los residuos superficiales);
- Mediante su capacidad para extenderse sobre la superficie (humectabilidad). A medida que aumenta, el ángulo de contacto se reduce hasta anularse, mientras que se incrementa su capacidad de limpieza debido a la mayor extensión. Por otra parte, solubilizan parte de los lípidos de la membrana (especialmente las ceramidas) e inducen un proceso de citólisis de los corneocitos. Desnaturalizan la queratina, la membrana celular y la fibra de colágeno. Varios estudios han demostrado que la tolerancia a los limpiadores sin jabón depende de su composición.